miércoles, 24 de junio de 2009

El Juramento del Diablo Guardián

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"A mi mejor amiga, Alexandra Cedillo: a esos labios sabios que enseñaron a besar y a mis labios que aprendieron a ser beso para ti".



La foto de Pucca apoyada en el hombro derecho de Nemo –que estaba vestido con su camisa celeste a cuadros y con su boletín de rifas en el bolsillo de su camisa-, sus lentes, su celular Samsung, su reloj CASIO, su portaminas rojo y una carta dirigida a Pucca sobre el escritorio que mamá le había regalado a Nemo.

El hombre no puede ganar nada sin perder algo a cambio. Para crear, algo de igual valor debe dejarse. En la facultad de Derecho y Ciencias Políticas hubieron jóvenes intrépidos y valientes que soñaban con disfrutar del jugo de la vida y se divertían leyendo sus historias, que soñaban con ser escritores. Esta es una historia de amor del estudiante de Derecho, Guillermo López y sus leales amigos. En ese tiempo buscábamos la razón al porqué de la existencia humana.



Lo primero que hizo llegando a casa fue saludar a su perro mientras echaba llave a la puerta principal. Se dirigió al balón de entrenamiento que siempre estaba en el jardín cuando él más lo necesitaba. Lo jalaba elegantemente con su pie derecho hacia atrás. Empezaba a correr tras él casi inconscientemente, había algo que no le permitía desconectarse por completo. Tal vez fueron las palabras de Zavalita esa tarde, tal vez fue la promesa que Pucca le hizo y que él no quería que cumpliera, tal vez fue el hecho de que Dios le haya dado la espalda. Se alejaba más y más de la portería que él y su hermano habían fabricado con su imaginación, y pateó con todas sus fuerzas una y otra vez hasta que quedó sin fuerzas. Por alguna extraña razón él no podía llorar aunque sentía, desde antes de la última conversación de la tarde, que su alma se desmoronaba en pedazos. El alma lloraba sin que los párpados llegaran a nublar su pupila. Mamá salió totalmente asustada por los ruidos que provocaba el balón al chocar contra la pared. Ante el interrogatorio de mamá, Nemo sólo contestaba con un hipócrita “estoy bien”. Miau, miau, miau. Lo único que él quería era estar a solas con el teclado de su computador, la comida –aunque de manera increíble- parecía no importarle. Estaba por llevarse su arroz chaufa -¿Por qué tuvo que cocinar chaufa?- cuando mamá lo detuvo: Amor, no puedes llevar la comida a la computadora porque pueden venir las hormigas. Definitivamente, Nemo, no estaba de humor para negociaciones: Entonces dáselo al perro. Le dolía el hecho de pensar que mamá era la única persona en este desagradecido mundo que le sacaba las cebollitas al arroz para que él pudiera comer tranquilo. Miau, miau, miau. Al empezar a escribir hizo exactamente lo que Pucca siempre le aconsejaba: que escriba primero y que después piense en un título adecuado. Miau, miau, miau.



Simplemente él no quería aceptarlo, siempre lo había deseado, pero siempre le había tenido miedo, el miedo ingrato de depender de alguien para sonreír. Pero era estúpido tratar de disimular y negar la evidencia, él siempre la traía consigo; a la hora de afeitarse y toparse con algún granito reventado por sus uñas, al peinarse y escuchar su segura burla en la universidad por el estúpido peinado de raya al costado que siempre llevaba, por las flores blancas o púrpuras que siempre colocaba, ella, en el bolsillo de sus camisas; al mirar su reloj CASIO, contando los segundos del minuto siete, mirando por la ventana de la cafetería mientras su sopa se enfriaba, mientras el grupo MANÁ se hacía presente con sus Labios compartidos; por las hojas del césped que caen en la alfombra cuando él se sacaba la camisa para dormir; absolutamente todo tenía su esencia. Le recordaba la canción de la película La boda de mi mejor amigo. Miau, miau, miau.



(¿Realmente había algún sentido para seguir viviendo? Al final todos moriremos y dormiremos eternamente. La teoría de la primera descarga: una vez que asesinas a alguien, realmente puedes vivir asesinando sin remordimiento alguno. ¿Cómo poder huir del Pensamiento? ¿Acaso viviré siempre hipnotizado por el televisor? Todo es un círculo vicioso, todo lo que creí que era importante, a la larga me valdrá madres, si logro atajar un penal siempre habrá más y más penales, tarde o temprano caeré derrotado. ¿Cuándo acabará este mar de sentimientos y sufrimientos? ¿Vale la pena vivir mendigando una entrada al cielo? ¿Vale la pena haber existido? ¿Si le hubiese contado la verdad me hubiese querido todavía? ¿Realmente no se dio cuenta que las cenizas del cigarro me quemaron la mano sin que yo lo sintiera? Yo que soy el ave fénix, yo que soy su Diablo Guardián, soy invulnerable al fuego) Miau, miau, miau.



Aún recordaba el día en que la conoció. Cuando la vio conversando con el niño huevón. Esa sonrisa de niña acomodada, esa carcajada que hacía suponer que era una chica llena de felicidad pero que, sin embargo, su mirada decía todo lo contrario. Cuando Nemo se resignaba con sólo escucharla hablar de una fiesta en la Católica, cuando Nemo se preguntaba el porqué del esmalte negro en sus uñas. Nemo tenía que ingeniárselas para escuchar su clase sobre Max Weber y para encontrar una manera de poder retirar el letrero de “soy una chica que sólo ha venido a estudiar, así que no me jodas, pajero de mierda” de la frente de Pucca. Miau, miau, miau. Un día, Nemo esperó, siempre calculando el tiempo con su reloj CASIO, que el niño huevón se fuese al baño y que dejase sola a Pucca; aprovechó el descuido de la defensa y decidió un ataque sorpresa: alfil toma peón de torre. Miau, miau, miau.

- Buenas tardes, disculpa, creo que tú eres de mi grupo de Historia, ¿no? –preguntó, Nemo, con un nerviosismo ridículo-.

- ¿Qué, si? –contestó despectivamente, Pucca, al intento estúpido de amistad y siguió leyendo-.

Nemo se sintió avergonzado y volvió su mirada a su carpeta. Lo pensó demasiado. ¿En qué pude haber fallado? Se dice que uno siempre tiene que saber cuando retirarse, sólo un tonto se queda a embestir cuando ya no hay posibilidades de triunfo.

- Perdone la interrupción, señorita; -volvió al ataque mientras extendió su mano en busca de la blanca mano de Pucca- mi nombre es Guillermo López, mucho gusto.



¿Cómo se distingue un sueño de la realidad? Nemo recordaba con miedo aquellas pesadillas en las que él estaba consciente de que estaba soñando pero, que sin embargo, no podía despertarse. ¿Cuándo se puede decir “yo realmente conozco a esa persona”? Recuerdo que cierta vez decidí escribir sobre Nemo, él estaba algo disgustado por lo que me dio miedo utilizarlo, entonces decidí darle el gusto de pedirle autorización para escribir su historia con Pucca. Es que me divierto con sus anécdotas y sus ocurrencias, sus desgracias y calamidades. Al preguntarle el dónde conoció a Pucca, él me contestó que una vez en un sueño. Podría escribir de memoria lo que me narró:

En serio, fue un sueño, ambos soñamos lo mismo. Recuerdo que era una mañana de miércoles (del día miércoles), supongo que sería después de la clase de Economía. Como siempre en los sueños interesantes, uno no sabe cómo empieza, pero sí sabe que está ahí, sabe que siente.

Las hojas caían, no sé si porque estábamos en otoño o porque estábamos en un sueño. Habíamos escapado de la clase de lógica y de nuestra facultad. Nos encontrábamos sentados en una banquita del parquecito del árbol torcido y de la piedrita mágica. Zavalita me había advertido que en ese parque ocurrían cosas extrañas. Yo no podía creer que ella estaba ahí, al lado mío. Estaba nervioso porque estas oportunidades no se presentan dos veces, tenía que ordenar mis ideas y cuidar la armonía y la elegancia de mis palabras. Por primera vez, ella me había invitado a entrar en “su burbuja”. Recuerdo que no podía entender el cómo siempre hacía para ganarme la confianza de las mujeres en sólo un instante de la conversación. No sabía bien si yo la había escogido a ella o, ella me había escogido a mí. Lo único que sabía era que desde esa mañana, una clase de relación más grande se formaría.

Al despedirme, no tuve el valor de darle el beso en la mejilla correspondiente, me sentí impotente, ridículo; me desprecié a mí mismo por mi extremada timidez; sólo conseguí estrecharle mi mano, al igual que cuando nos conocimos.



Miau, miau, miau.



Sucede que a veces dos almas caminan buscándose sin saber que van a encontrarse. ¿Qué es lo que hace que dos almas se unan? ¿La conveniencia? ¿Eso que los hombres llaman cariño? ¿La maldición del amor? ¿El miedo de que la persona escogida se vaya? ¿Al igual que cuando Milk se fue? Nemo aún recordaba cuando, por su negligencia, su perra había muerto. La manera en cómo trató de reanimarla, las lágrimas que derramó por su can y que nunca hubiera derramado por humano alguno. Como se encogió en el suelo, como después de ser vencido en un penal no atajado, pero, ¿cómo podía devolverle la vida a su perra? Miau, miau, miau. Le daba miedo el pensar que, al igual que Dios le quitó a su perra, también le podía quitar a Pucca, le podía quitar a sus amigos, le podía arrebatar sus sueños. Ya tanto le había arrebatado la vida, tantas veces había pensado que lo mejor era no depender de nada ni de nadie, que simplemente no podía aceptarlo. Le daba pánico quedarse solo, tanto tiempo viviendo en soledad. Miau, miau, miau. Recordó cómo la ira le dio fuerzas para levantar el cuerpo inerte de Milk, como ese día cargó todas esas tablas y maderas, las fuerzas que lo impulsaron a salir corriendo en busca de kerosene, la chispa que encendió al tronar sus dedos para incinerar el cuerpo de Milk. Miau, miau, miau.



¿Cuándo la besaste, sentiste algo en el estómago, cosquillitas? –le había preguntado Rina esa tarde negra-. Lo que él sintió al besarla fue una mezcla de miedo con ternura y algo que nunca había sentido. En realidad, Nemo nunca había besado a una chica en todos sus dieciocho años. Miau, miau, miau. Recordó que en el EJEC, los adolescentes de su iglesia habían orado para que, en la primera persona que besen, encuentren a su esposa respectiva. Nemo nunca creyó en esas tonterías, pero siempre lo tenía en mente desde entonces. Miau, miau, miau. Esa mañana, en la Daewoo, realmente, él, por respeto, de ninguna manera la hubiese besado. Es sólo que ya una duda estaba clavada en su mente, como una bomba que tenía que estallar tarde o temprano. Cuando Pucca se acercó y le soltó ese ahora o nunca, Nemo sólo pensó: esto es incorrecto y totalmente desventajoso para mí, pero el nunca es una palabra categórica, es un tiempo del que no podré escapar por más que intente hacerlo; tal vez esta oportunidad no se me vuelva a presentar, ahora o nunca. Miau, miau, miau. Cuando ambos escondieron sus rostros debajo de la casaca de Nemo, cuando ella se acercó (demonios, se supone que debo cerrar mis ojos, pero si cierro mis ojos puedo fallar y besarle en no sé, su nariz tal ves; mejor no cerraré mis ojos hasta que mis labios estén al lado de los suyos, y una vez en esa posición, recién cerraré mis ojos), cuando él decidió cerrar sus ojos para abrir su alma, sintió el mismo miedo que le dio al enseñarle su cicatriz en su mano izquierda, sintió que logró desconectarse de este mundo; cuando sentía sus labios, cuando él trataba de responder, sin querer se habían trasladado a ese sueño hermoso en donde se conocieron por primera vez, al menos Nemo así lo recordaba. Miau, miau, miau. Él se aferraba al brazo de Pucca, agarraba fuertemente su mano con la misma fuerza que un bebé se aferraba a los brazos de su madre. Cada beso, cada abrazo, él lo sentía y lo vivía como una despedida, por eso es que los daba con una pasión pura, ya que no sabía cuánto tiempo estaría a su lado; tenía miedo de que algún día todo ello llegara a su fin. Pero a pesar de todos estos sentimientos, Nemo se protegía negándolo, para él era más fácil tratar de engañarse a sí mismo, sin embargo sabía que ya no era él mismo que era antes de empezar a leer El Diablo Guardián. Miau, miau, miau.



(Zavalita tiene razón, si te costó trabajo reponerte al encanto de la princesa verde, seguramente esto –que ya se hacía más intenso- te matará de una vez y para siempre. Es peligroso, no es seguro. Miau, miau, miau. Pero soy feliz con ella. Miau, miau, miau. ¿Qué es la felicidad? Miau, miau, miau. Es estar inmóvil, en un solo lugar, y no querer irte nunca, querer quedarse ahí para siempre. Cuando estoy con ella, sólo le pido a Dios que detenga el tiempo, que si pudiera quedarme con ella otros dieciocho años más, asumiría el intercambio equivalente con toda una eternidad en el infierno. Miau, miau, miau. Tú eres el juguete, nada más, ella quiere a Trumpo, y más que a Trumpo lo quiere a él (el innombrable). Miau, miau, miau. ¡Cállate! Mientes. Ella si me quiere, me lo ha dicho. Miau, miau, miau. Sé consciente, ¿cuáles son tus armas, tus mentiritas? ¿Cuánto durará? Sabes que en vacaciones ella estará lejos de ti, ¿lo soportarás? Miau, miau, miau. Tienes razón, pero entonces qué debo hacer, si después del amor está la nada, ¿qué sentido hay para la vida? Dios nos creó y no nos dijo cómo se debe vivir, no vinimos con un manual. ¿Qué quiere que hagamos? Miau, miau, miau. Miau, miau, miau. Miau, miau, miau.

¡Maldición! Callen a ese jodido gato. Maldito sea ese gato, ¡cállate! No me jodas más, Guntz. Todo esto es estúpido, nada tiene sentido, sin embargo está ahí, ¿por qué? ¿Te das cuenta la clase de cobarde que soy? Ni siquiera tengo el coraje para jalar el gatillo, aborrezco la vida, ansío la muerte, pero no puedo jalar el maldito gatillo. ¿Para qué pelea la gente? ¿Por qué pelean y para qué? ¿Por qué Shingi tiene que seguir piloteando el Eva 1? ¿Por qué Shun tiene que seguir matando gente? Yo nunca quise hacerle daño a ese niño, sólo me defendí, sin embargo ahora preferiría que el paralítico hubiese resultado yo. Fue mi culpa, si no hubiese ido a jugar fútbol ese domingo, si me hubiese quedado estudiando historia, Milk estaría viva. Yo la maté, yo la incineré.)



Esa tarde en la que Dios manifestó su desaprobación retirándonos la luz del sol y dejándoles sólo nubes negras, esa tarde en donde, por incentiva de Artemisa, los narcisistas empezaron a jugar al tan polémico “verdad, castigo”, Nemo se sentía desprotegido, sabía que todas las preguntas de esos futuros abogados irían en su contra, en una crítica por su relación informal con Pucca. Se sentía en la tan temida ronda de penales, donde, por supuesto, él sería el arquero, donde estaría la vista de todo el mundo. Fueron muchas las preguntas, a ella le preguntaban cosas como: ¿quién besa mejor, Trumpo o Nemo?, ¿sigues estando con Trumpo?... A él le preguntaban: ¿cuándo la besaste, sentiste algo, en el estomago, cosquillitas? Ambos dijeron que se querían, pero ese día, al salir, sabían que ya no sería lo mismo. Nemo temía la decisión radical que, como toda mujer, Pucca tomaría al respecto. Pucca lo pensó mucho y tomó el dedo meñique de Nemo y le prometió que no lo volvería hacer. Lo que él quería era que ella no cumpliese con esa promesa, él sabía que sería el fin, que tal vez perdería a Pucca, no de una manera física, pero si sentimental.

- Pero, yo te quiero –trató de solucionar la situación, Nemo-.

- Pero cuando vuelva a venir Trumpo, como ese martes, tú volverás a sentirte mal, reventarás de cólera y yo no quiero que sufras –respondía Pucca.

- Pero mi labor no es quejarme ni reclamar nada, para eso estoy aquí, a mí nadie me ha engañado, yo sé en lo que me metí y no me quejaré –contraatacaba, Nemo.

- Sin quejarte, como mi Diablo Guardián –preguntó Pucca con una esperanza en sus ojos-.

- Exacto. Como arquero siempre salgo lastimado y arriesgo hasta el físico por defender mi portería; siempre sin quejarme; -sonreía Nemo y contestaba con determinación, jurando solemnemente protegerla siempre- y ahora, como Diablo Guardián, ya no arriesgaré sólo el físico, sino hasta la vida. Sin quejarme.

miércoles, 17 de junio de 2009

El Batman de Tim Burton

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Era el año 1989 y Batman celebraba su pentagésimo aniversario. Batman había dejado de ser el héroe oscuro y gótico para ser ridiculizado en esas series de acción de los 60`s (protagonizadas por Adam West) en donde la frase célebre pertenecía a un Robin tarugo que ante cualquier estupidez saltaba con: "Santos bla bla bla, Batman". Es en ese contexto donde la Warner Bros decide llevar al hombre murciélago al cine, encomendando tan "sagrada" misión de resucitación a Tim Burton (luego de haberse dado a conocer con Beetlejuice). Actualmente Batman ha cumplido ya setenta años y una nueva versión sobre el mismo en la pantalla grande nos mantiene a la espectativa: Batman, Gotham City 2011. Decir como muchos que es la mejor obra cinematográfica que de este legendario personaje se ha hecho sería redundar (decir que es la más fiel al cómic también está de más), sin embargo siento necesario rescatar del limbo del olvido al trabajo del gran Burton, ya que él mismo salvó del mismo destino al vengador oscuro.

Burton iniciaría lanzando los cómics de Batman al aire para abrirse paso con su espectáculo; sacaría de su extraño mundo de Burton a una ciudad Gótica tan oscura como nostálgica, el Jóker dejaría de ser el Némesis del Caballero Oscuro para convertirse en su origen, puesto que aquí es éste -y no Joe Chill- quien asesina a los padres del joven Bruce Wayne (Dime, niño, ¿has bailado con el Diablo bajo la pálida luz de la luna?). No es sólo la banda sonora (y gracias a la pela de Burton, cada vez que pienso en Batman se me viene a la mente esa musiquita), sino esa melancolía de Bruce Wayne (por ejemplo en su ritual anual de la rosa en el callejón donde murieron sus padres) que ni en esta nueva versión se puede apreciar a cabalidad. La personalidad de Bruce (interpretado por Michael Keaton) era la del tipo despistado, casi - casi un autista (que no está seguro de ser Bruce Wayne cuando Vicky Vale le pregunta por... Bruce Wayne) que es incapaz de encontrar sus calcetines sin la ayuda de Alfred.

Ya en 1992 Burton dirige la segunda entrega con Batman Returns. Definitivamente en esta entrega predomina enormemente el fetichismo de Burton en la historia volviendo aún más oscuros a sus personajes (y de paso arrastra consigo a la navidad), tanto fue así que incluso, en ese tiempo, se consideró demasiado oscura la película como para los niños. Deliberadamente Burton da rienda suelta a su iamginación y dirige una orquesta con los payasos del Triángulo Rojo, el traje de Catwoman (que, por obra y gracia de Tim tiene notables rastros de hilos y costuras caseras; muy parecido a las extremidades de Sally en The Nightmare before Christmas) y el aspecto de El Pingüino.

Este filme resalta por su banda sonora tan melancólica como la vida de sus personajes (tanto la del Pingüino como la de Catwoman), así como por el romance entre Batman y Catwoman. Definitivamente me quedo, entre mis imágenes favoritas, con el beso Gatúbela, y ya como menciones honrosas el segudo beso Gatúbela (ese donde electrocutan a Max Shreck), la muerte del pingüino y los pingüinitos llevándose el cadáver hasta el fondo de las acantarillas (totalmente fantástica la escena; uno no sabe si reírse o ponerse a llorar), Alfred deseándole feliz navidad (más sarcástico no pudo ser) a Bruce y Catwoman mirando la batiseñal como imagen final (que en realidad ya no es la silueta de Michelle Pfeiffer, si no un animatronic)... ¡Diantres! Son muchas escenas: el nacimiento del Pingüino y ese llanto de bebé, la nieve cayendo y la música. Y es que no todas las películas de navidad tienen que tratar de Papa Noel.


"Un beso bajo el muérdago... El muérdago puede ser mortal si se come."
"Pero un beso puede ser todavía más peligroso si es verdadero."



P.S. La escena donde Catwoman se come al pajarito no tiene truco.
P.P.S. En 1993 se hizo un videojuego producido por Konami para Súper Nintendo; muy bueno.
P.P.P.S. Magnífica banda sonora compuesta por Danny Elfman, gran aliado del director Tim burton ya que ha puesto música a la mayoría de sus películas. Para quien no conozca su trabajo, le puede ser familiar bandas sonoras como Pesadilla antes de Navidad, Eduardo Manostijeras, u otras no relacionadas con Tim Burton como el tema principal de Spiderman, o el famosísimo tema de la serie los Simpsons y Futurama.
También he de decir que además de Danny Elfman, esta banda sonora vale la pena escucharla por una aportación excepcional como es la canción "Face To Face" de Siouxsie & the Banshees, compuesta juntamente con Elfman, especialmente para la película y basada en la relación entre Catwoman y Batman.

miércoles, 10 de junio de 2009

Amores que matan

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Siempre he tenido cuidado al momento de utilizar el término “Amor” (“Amor, amor, ¿dónde oí esa palabra antes?”), en especial después de haber leído esa máxima que sólo ama el que duda. Y es que alguna vez (por no poner hasta hoy) estuve en uno de esos “amores que matan”, recuerdo que un amigo me dijo –aconsejándome- algo como que “Te estás confundiendo, Nemo, el amor trae alegría, no esto”. Yo voy al quién sabe, porque ahora como que desconfío de todo…

Quizá sea producto de esta nueva ideología amatoria y el nuevo rumbo de esta generación. Quizá muchos como yo crecimos con la doctrina básica Disney acerca del amor (y todas sus bandas sonoras), no sé, viendo quizá a un Aladdin mostrando un mundo ideal en una alfombra mágica, o el cambio de Bestia por amor a Bella, o la historia de la pequeña sirenita; y ante tales ejemplos uno crece con una teoría más o menos clara acerca del arte de amar, y quizá la teoría esté bien postulada, el problema es poner todo ello en práctica, y al estar en el momento, frente a frente, percatas que la situación es hasta contradictoria a la descrita en las clásicas historias Disney y demás cuentos de hadas, que todo lo aprendido o creído no basta, y que hasta se hace necesario medidas opuestas a estos principios.


"No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y...
Wendy se levantó y encendió la luz: él lanzó un grito de dolor... »

James Matthew Barrie, Peter Pan.

Y ahí entra la otra doctrina, la teoría pragmática del “Para amar” (hay una canción de Los Prisioneros con ese título –lo mejor de chile-), y supongo que es por eso que uno se identifica con canciones como Estrechez de Corazón, algunos temas de Mar de Copas y deja atrás las canciones lentas por algo de rock; y es que algo así como el amor está en el aire; y se lee en los libros, se ve en la televisión, en el cine, hasta en los cómics; y al comparar tales ejemplos con los clásicos antes mencionados no encontramos románticos amoríos, brisas de primavera o desayunos con diamantes; encontramos relaciones trágicas, pasiones desenfrenadas y finales felices casi inexistentes; algo más real…

Quizá mi primera lección fue El Diablo Guardián, de Xavier Velasco (Premio alfaguara 2003); el mismo Velasco escribió en un comentario acerca del mismo: “Mis amores son breves pero fulminantes; cuando cuento esta historia, siempre llega el momento de aclarar que su final dista de ser feliz, o siquiera infeliz. Puesto que, peor que todo, es un final incierto. Y, espero, fulminante”. Y es la historia de una niña mejicana de quince años que huye a los Estados Unidos con unos dólares robados para vivir una vida acelerada y ser por siempre la linda chica del pastel; por supuesto está el villano (Nefastófeles) y el “héroe” (entre comillas, porque el mismo Velasco asume que sólo los idiotas se creen esa de los héroes de dorada armadura), Pig. Cuando terminé de leer creí (aunque con duda aún mayor que mi certeza) que quizá Violetta sí llegó a “amar” (y otra vez todas las contradicciones y suposiciones acerca del polémico término) a Pig; pero cuando lo leyó mi amiga Artemisa se quedó con la convicción de que sólo fue utilizado… (Jamás supe qué pensó Alexandra) ¡Imagínense la incertidumbre del mismo Pig!

De mis películas de “amor” favoritas está Propuesta Indecente (con mi linda Demi Moore). Un matrimonio con problemas económicos, un multimillonario que ofrece un millón de dólares por una noche con Demi y, lo que en un primer momento parecía solucionar todo termina destruyendo la relación (“Descubrí que las parejas que duran no es porque consiguen olvidar, sino que aprenden a perdonar”).

Y esos tipos de amores que matan se ven hasta en los videojuegos: Resident Evil y la relación entre Leon S. Kennedy y Ada Wong: la frasesita aquí está en la parte final del juego, cuando Ashley pregunta Leon acerca de Ada, ¿Quién era esa mujer?: "She's like a part of me that I can't let go" (ella es como una parte de mi que no puedo dejar ir). O la historia entre Dante y Trish en Devil May Cry. Me quedo con la escena en la que ella llora pidiendo perdón por haberlo traicionado y él contesta: “Ahora eres humana, los demonios no saben llorar”.

En el mundo de los cómics esto tampoco se queda atrás, y así tenemos ejemplos como Batman y Catwoman, el héroe de negro que vive enamorado de su archienemiga (y el típico caso del amor – odio “ni contigo ni sin ti”), o el cruel futuro de Gambito y Rogue que, por sus poderes, viven sin poder “tocarse” (y más ahora que este tema pasa a ser de suma importancia), o el triángulo amoroso entre Lobezno, Cíclope y la chica Fénix.Sin embargo, el que más me atrae de estos amores locos de súper héroes es el de Daredevil y Elektra (además que pensando en ellos me lancé a escribir esta serie de pavadas), ya que representan (además de la similitud con Batman en eso del héroe enamorado de su enemiga) el típico caso del chico “bueno” (siempre entre comillas porque este adjetivo es siempre relativo) que por amor saca lo mejor de la chica “mala” (el hombre es eternamente plomizo); el personaje cristiano que representa la virtud ante una mujer que por lo ocurrido en su pasado renuncia al amor y ha perdido completamente la fe (y estas historias son mis favoritas porque se convierten en una bomba de tiempo donde la virtud del primero empieza a oscilar cada vez más seguido); la imagen seleccionada para ellos sería la del Diablo (el mismo Matt Murdock) abrazando la cruz al tratar de detener la poca fe que le va quedando.


“... Para amar, para amar, debes tratar de poco entregar… tu identidad debes falsear… debes evitar soñar, debes olvidar soñar”
-Para Amar; Los Prisioneros*


P.S. ¿Y Saori y Seiya? ¿Y los sentimientos de Jabu el Unicornio? (¡Diantres! No encuentro esa imagen donde sale Athena montada en Jabu haciéndole el caballito)