En fin. Una mañana del 2008 recibí una llamada telefónica, y, para mi sorpresa, era mi accidental amigo José Carlos (aún con vida, aunque su apariencia dark indicara todo lo contrario) proponiéndome escribir una obra literaria en coautoría.
- Vamos, Guille, tú escribes muy bien, podríamos escribir algo grande juntos.
- Para nada. Bien sabes que dejo todo a la mitad. Además estoy trabajando desde el 2006 en una obra que le prometí a una amiga muy querida (esto ya es otra historia).
Pasaron los meses, llegó el 2009 y, en Enero de aquel año, aproximadamente, me volvió a sorprender mi buen amigo José Carlos (nuevamente con vida a pesar de mis sinceras oraciones dominicales). Había terminado su opera prima y quería vendérmela a veinte soles. Ya para esto me había enviado el primer capítulo por correo electrónico, lo cual no me pareció lo suficientemente cautivante como para gastar veinte soles en él y su obra.
- No hay plata, José Carlos (mentí), pucha, pero ha pasado el tiempo y se extraña los buenos tiempos (segunda mentira); sería chévere (cantó el gallo) si te olvidas un día de tu libro y vienes a mi casa a jugar PlayStation. Tenemos un duelo de Tekken Tag pendiente.
A la semana me volvió a sorprender este individuo que era, por accidente, mi amigo... No, ya pues, a estas alturas había perdido la esperanza de su próximo deceso; la sorpresa fue el librito que trajo en su mano.
- Toma, Guille. Está autografiado (decía, cariñosamente: "Para el vagabundo de los zapatos -y del sombrero, añadí-").
- Gracias José.
- Ya me pagarás cuando tengas plata.
Sólo por esa pendejada no tuve piedad en el Tekken, lo molí, lo trituré, lo masacré; mi Hwoarang pateó su rostro de literato contento por haber publicado ya una obra (y se entiende mi envidia) mientras que mi King, con sus llaves, quebró su espíritu de poeta. Perfect tras perfect. Y, para colmo, me subió el precio a veinticinco soles porque: "Es que el libro te lo he traído delivery y son cinco soles de pasaje por ser domingo". Pendejada total. Felizmente tengo mucho de tacaño y miserable y le contesté que en mi barrio la hora de play station 2 está dos soles, y aún pagando tres soles no tienes la comodidad del sofá; además, el almuerzo más económico un domingo no baja de cinco soles, y mi mamá cocina muy bien. Y otra de barrio: "acá uno paga cincuenta centavos tras perder una pelea de Tekken, y un sol si te sacan 'Perfect'". Creo que entendió y volvió a dejar, la deuda impuesta en veinte soles.
Escribo esto porque ha pasado ya casi un año, dentro de una semana esta deuda literaria nacional cumplirá su primer año (y quiero invitarlos a todos ustedes, ocasionales lectores, a la gran fiesta de cumpleaños de esta deuda), y no pago. Porque quizá sea yo más duro que codo de Robocop, porque mi pata José Carlos no pasa un día sin que interrumpa románticas charlas de messenger con sus zumbidos exigiendo que le pague, porque con veinte soles me alcanza para invitar a una chica al cine un martes, porque compré un libro del buen Gaston Leroux por siete soles, porque soy un mal amigo, porque un día olvidé que el libro estaba en mi mochila y una amiga de mi universidad lo descubrió y cuestionó mi gusto literario, porque no tengo sangre en la cara... por eso y muchas cosas más, aún no le pago. Sin embargo, haré algo democrático, y porque yo me debo a los lectores de este blog, porque me someteré a la vox populi: Querido lector, ¿pago o no mi deuda?
En fin. Si es que desean corroborar la real existencia de mi amigo José Carlos Ramírez Mija, y su reciente libro Ángeles Nocturnos, pueden 'clicar' en los siguientes enlaces:
HA HA HA
No, hablando en serio. Quizá porque me da algo de 'pena' por no pagarle, le hago publicidad. Si es que son nuevos en el ámbito de la lectura, si es que gustan de una lectura rápida, simple y de fácil digestión, busquen el título en sus tiendas de libros favoritas. O escriban solicitando información a este blog que yo gustoso colaboraré (y me libraré de mi conciencia deudora) con la distribución de... ¿la cultura peruana?