Teníamos un break de cuarenta y cinco minutos antes de iniciar con la siguiente clase (y de ahí seguía otra más hasta las diez y media de la noche), así que aproveché para invitarla de manera personal a mi propia fiesta sorpresa:
- Ale, hay que ir al cine, ¿qué dices?
- No, tenemos clases.
(‘Pero es mi cumpleaños’, quise gritarle, pero utilizar la vieja técnica de la lástima al cumpleañero me parecía una bajeza, en especial con ella, mi orgullo no se doblegaría a tanto)
- ¿Y si vamos a tomarnos un café?
- No tengo hambre.
(‘¿Y mi tortita o quequito de cumpleaños?’, me hubiera gustado preguntar, pero no)
Ahí, junto a ella, me quedé los siguientes cuarenta y cinco minutos restantes, pensando en, extrañando mi torta, queriendo, anhelando con desesperación de náufrago que mi mamá me sorprendiera tocando la puerta de mi clase de Derechos Humanos con mis tías y mi torta de cumpleaños, y quizá un muñeco de Pikachu con globos y que me coloque una gorrita estúpida sobre la cabeza.
- Guille, ya es hora, volvamos a clases.
- Anda sola, Ale, yo tengo que ir a otro sitio.
- ¿A dónde?
- A cantarme por ahí mi ‘Happy Birthday to me’.
Mientras cruzaba por la puerta tres y un cuarto de la universidad de San Marcos (sí, puerta 3 ¼; no es nada mágico como en la estación de Harry Potter, sino es más una necesidad gracias a los trabajos destructivos de nuestro siempre querido alcalde Luis Castañeda Lossio) sabía lo que pasaría: Alexandra me llamaría al celular, yo no podría colgarle ya que, supuestamente, no estoy molesto con ella, no, yo contestaría y ella me diría que vaya a clases, yo le diría que se viniera conmigo, ella jamás vendría conmigo así que a mí me tocaría mover: si iba, terminaría yo aún más resentido, y si no iba le daría excusas a ella para que se peleara conmigo, y, tras más de un año de guerra fría entre ella y yo, no quería más conflictos, así que apagué mi celular, lo apagué como tantas veces cuando quería estar solo, inencontrable; porque los teléfonos siempre fueron viles conmigo -salvo en el 2007-: siempre me dieron malas noticias, porque jugando con el celular de mi primera enamorada (y, lógicamente, mi primera ex) leí que ella no me quería como yo a ella; porque cuando ya estaba bañadito, perfumado y talqueado para mis citas más importantes mi celular sonaba anunciando, vía mensaje de texto, que ‘un percance imprevisto se interpuso y que ya no podremos vernos hoy, lo lamento mucho, Guille’, porque mi jefa (la abogada para la que trabajo) siempre detenía mis escapes vía teléfono móvil imponiéndome alguna otra tarea, importante y de último minuto; porque mis ex enamoradas siempre timbran cuando yo estoy con alguna otra chica despertando los celos de ésta y echando a perder la velada; nunca sonó (mi celular) cuando yo le suplicaba algo de compañía, jamás me contestaron alguna llamada de auxilio, y cuando lo hicieron sólo me decían que ‘en estos momentos es imposible vernos, Guille’, etc. Apagué el celular y deambulé por el caminito que aparentemente conduce a la Católica (y es que realmente conduce a otros sitios) y me compré un helado de cinco soles… Feliz cumpleaños a mí, Feliz cumpleaños a mí; Feliz cumpleaños, querido Guille, Feliz cumpleaños a mí…
Llegué al paradero de mi casa cerca de la media noche, aún me quedaban algunos minutos de cumpleañero cuando decidí encender mi móvil; ya era imposible salvar mi vigésimo primer cumpleaños pero al menos quería saber quién se acordó y envió un tímido saludo vía SMS; mentalmente, yo hacía apuestas conmigo mismo tratando de adivinar quién mensajeó y quién no. En fin, como ya lo había previsto, ella había llamado, y no solo una vez, sino varias, quizá tenía alguna sorpresa para mí después de todo y yo lo eché a perder (y es que, como siempre dice ella: “Tú siempre tienes la culpa, Guillermo, todo lo arruinas”). Llamo y me doy con la sorpresa que ella también apagó el celular, la contestadora contesta (¡vaya redundancia!).
“Hola, Alexandra, perdóname (¿’Perdóname’ por qué, por no entender que tus clases eran más importantes que mi cumpleaños?), sólo quería andar solo, tú sabes cómo me pongo yo de…
Y en eso alguien corre hacia mí con su mano estirada con dirección a mi oreja, yo logro agacharme, el sujeto queda delante de mí…
“Ale, bueno, me jodieron, Ale... No te preocupes, estaré bien, te llamaré ni bien llegue a casa… desde un teléfono público…
El tipo se abalanza contra mí mientras que yo le digo que se lo tome con calma, pero en ese momento recordé algo, quizá algo que en ese momento no debí recordar: a ella, hacía unas semanas atrás, también la asaltaron mientras conversaba conmigo por el celular, y ella se enfrentó al ladrón porque, según dijo, ‘era una street fighter’. Yo también quería ser un street fighter, además ella estaba conmigo (bueno, su contestadora estaba conmigo), no me podían dar una paliza estando su contestadora presente, estando Chun-Li presente, o al menos su contestadora; Puñetero, ladrón de pacotilla, no me vas a robar el día de mi cumpleaños. Y me fui a darle de cabezazos y puñetes, y una ‘patada biónica’ también...
Terminé golpeado y sin celular, lo más bochornoso es que mi pelea junto a mis desesperados alaridos de hombre caído en pelea callejera quedaron grabados en su celular (¡maldita tecnología!); y es que en ‘Street Fighter’ las peleas eran de uno contra uno y a mí me cayeron de a cuatro.
Ese celular fue un regalo de cumpleaños por parte de mi papá, era un ‘sapito’ Motorola, me lo dieron en el 2006 por haber ingresado a la universidad Mayor de San Marcos, todos los amigos que conocí fueron registrados en la agenda de ese celular, todos los amigos que perdí enviaron sus insultos y putamadreadas a ese, mi celular, a aquel aparatito que, a pesar de odiarlo, me había sido leal por todos esos años y que ahora ya no está... Porque aún recuerdo -como si te estuviera viendo- aquellos mensajes del 2007, aquellas charlas de medianoche gracias a nuestras promociones, aquellos timbrazos que recibíamos en tiempo de desgracia y que casi nos costaron mil y un infartos, porque estuviste ahí cuando la telepatía nos empezó a fallar... ¡Gracias!
ANUNCIOS:
- En este tiempo de infertilidad literaria (del que aún no salgo, ya que este improvisado post en particular es desastroso cuanto menos) fuimos (el blog y yo) visitados por gente nueva; a ellos les envío mis sinceras disculpas por este pobre texto (ya habrán tiempos mejores) así como les doy la bienvenida. Entre estos visitantes, quiero mencionar y agradecer a Silvio y a su papá, argentinos ellos, quienes me invitaron a jugar ajedrez en línea con ellos. La página de Silvio es entretenida para los que gustan del ajedrez, pudiendo competir tanto amistosamente como en campeonatos, por correspondencia. La página es esta: http://www.opengames.com.ar/
- Les dejo también un video de Los Hombres G, como para hacerla de fondo musical, la canción se titula Hace un Año:
8 comentarios:
Hola!!
ahhh que triste la historia del celular... uuuuh eso que dices del cumpleaños me paso este cumpleaños pasado, bueno en el 2009 jiji... yo asi bien alegre esperaba muchas cosas y nada... pero como 5 dias despues mi mejor amigo me dio mi regalo y eso compenso todo
^^
oie que mala onda de los que te robaron tu celular, ay no, yo no se que haria si me robaran el mio, primero me daba el telele, luego pues... no pues creo que nadamas eso
:S
sale cuidate muchote, seguimos en contactillo
byE
oe a mi si me gusto el post,esta entre nostalgico, solo q pense q se centraria en tu cumple y termino con lo del cel. ya pues, ya tendras otro ¿no?
¡Epa! Muchas gracias Josenrique, y bienvenido, igualmente a ti querida Nefertiti. Sí, fue una experiencia algo 'impactante' (por decirlo así) el que me quitaran en vez de recibir en mi cumpleaños; desde aquel entonces no volví a comprarme otro celular; noté que el mundo no se detuvo con el fallecimiento de mi móvil, yo no quería reemplazarlo, pero creo que ya es tiempo de comprarme uno nuevo.
jaaja, me divirtió la imagen del lanzamiento jaja me imagine el abrazo
espero que te inspires, y que tengas suerte.
Te sigo! :D
aioz!
osea que al final seguro no escuchaste mi saludo de cumpleaños (si porque te deje uno en la contestadora, recuerdo que David me animo a llamarte, porque yo no queria, ya sabia eso de "alejarme del mundo") que triste final para tu cel, el mio sigue conmigo desde 2007 creo, pero mi chip, ese si es un gran sobreviviente :3
Un abrazo fuerte, así como en la lucha libre, también para ti, amigo Jiménez.
Kari querida, te juro que no fui yo, pero sí, tu chip es un garn súperviviente; después de que lo has cortado, mutilado, triturado y hasta incinerado, aún sigue contigo y, ¡vivo!
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