Sin embargo, de un tiempo a esta parte estoy poniendo todo de mi parte por recobrar ¿mi juventud? He vuelto a mi iglesia como en aquellas películas donde el antihéroe retorna a sus inicios buscando la redención, intento reunir a los amigos extraviados y construyendo nuevas amistades, lo mismo en el fútbol: convocando jugadores, ya veteranos, hermanos del ayer, y buscando jóvenes talentos, tratando de armar un coro de “Yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar”; y pienso estudiar duro este año (todos los años empiezo diciendo lo mismo).
En fin, ante una escasez de año y medio, mi primera cita: Selina Medina, una chica que conocí años atrás en mis clases de inglés y que encontré a través de la Internet, mientras que yo revisaba correos antiguos entre ella y yo; copié su correo y la agregué a la nueva cuenta en ‘gmail’ (y es que me cambié de correo también porque quería conocer gente nueva y sólo agregaba uno que otro contacto, Selina se había quedado en el correo anterior). Ni bien la agregué apareció en línea y empezamos a chatear; tenía que salir pronto a la universidad y acordamos encontrarnos el lunes para tomar un yogurt y helados en una cafetería conocida.
Esperé con ansias toda la semana aguardando por el lunes, aguardando por Selina. Mientras trabajaba pensaba en ella, y en cada ratito libre entraba a su facebook para ver sus fotos, y hasta imprimí algunas cartas que nos escribíamos cuando ella estaba de viaje en Ancash (muy ‘hincha’, ¿cierto? Yo me decía a mí mismo que era un plan metódico para estar bien preparado). Y al fin llegó el lunes.
Los lunes son mis días libres, en ese día no tengo que ir a trabajar ni a estudiar, así que están destinados para estudiar de emergencia o para descansar, levantarme tarde y hacer ejercicios y entrenar para el partido de fútbol del domingo (quiero recuperar mi nivel deportivo). Me levanté con una sonrisa en el rostro y la memoria de Selina, me bañé y miré mi reloj, contando las horas hasta que sean las cuatro de la tarde (hora pactada). Abro mi ropero, semidesnudo y con la toalla de Batman envolviendo mi cintura (a lo que has llegado, querido Batman), y me asusto al ver que no tenía ropa limpia adecuada, las únicas ideas en ese momento eran: a) Coger la ropa de mi hermano menor, o b) ir de compras de emergencia. Opté por lo segundo. Ese era el día, después de año y medio de celibato, así que necesitaba indumentaria nueva, lo malo es que tengo pésimo gusto para vestirme, y a falta de tan pocas horas ya no tendría tiempo de convocar a alguna amiga que me acompañe a comprar ropa, sólo una chica disponible y cerca, pero era consciente que se enfadaría si le contaba la razón de las compras, así que llamé a uno de mis últimos leales amigos, a mi camarada, a mi defensa dentro y fuera de las canchas de fútbol, al buen Jon. Fui hasta su casa, y toqué a su puerta.
- Jon, cámbiate de inmediato, vamos a jugar ‘play’ (station) y… a comprar ropa (todo eso sonó muy gay, lo admito).
Yo asumo que él también estaba tan incómodo como yo, ya que mientras caminábamos hacia el centro comercial ninguno hablaba, y luego de un prolongado período de abstinencia verbal, él dijo:
- Guille, pero, la próxima vez haz como el GatoJuan: dile a una amiga que te acompañe.
- Sí, lo entiendo buen Jon, pero es de emergencia, créeme, y yo no confío en mis gustos.
- Tiene que ser la máquina de afeitar que usa Kaká, Jon, si no e esa no podré hacerla con mi amiga hoy.
- Todo lo que hace el marketing –respondió él, y es que es estudiante de marketing-.
Llegué a casa corriendo porque ya estaba retrasado, corrí para darme el segundo y definitivo duchazo, me serví velozmente mi almuerzo, desenvainé (como Arturo blandiendo por vez primera a su Escalibar) mi máquina de afeitar de Kaká, le quité cuidadosamente los stickers a la ropa recién comprada y me la puse encima, luego el agua de colonia y corrí a por la Daewoo, pidiéndole a Dios llegar temprano.
Al parecer Dios me había oído, al parecer, ya que me dio las tres y cuarenta y cinco en el Óvalo de José Granda, y en quince minutos exactos llegaría hasta la cafetería cerca de la San Marcos, apenas llegaría con unos cinco minutos tarde, pero como las chicas disfrutan llegando diez o quince minutos tarde, Selina no lo notaría. Pero Castañeda –alcalde de Lima- otra vez se interpondría entre mi intento de ser feliz, y otra de sus maniobras de destrucción masiva de Lima Metropolitana había bloqueado totalmente el pase, y los autobuses avanzaban, uno por uno, apenas diez metros cada diez minutos, y mi reloj ya marcaba las tres con cincuenta y cinco minutos cuando decidí lanzarme a la autopista y empezar a correr. Atravesé el óvalo de José Granda, la avenida Perú, el puente del río Rímac, y ahí recién pude ver que algunos carros ya podían correr libremente, abordé el primero a toda velocidad, sintiéndome muy Peter Parker, bobo, intentando llegar a tiempo a una cita con Mary Jane.
El reloj ya marcaba las tres con treinta y siete minutos cuando yo bajé y aún tenía que seguir corriendo ya que, gracias –otra vez- a Castañeda Lossio, ahora los carros no te dejan en la misma San Marcos. Un tipo me putamadreó por arrollarlo en mi carrera desesperada, trate de divisarla, había mucha gente, me metí a la autopista para poder correr libremente, cuando por fin la vi y ella me vio. No me detuve, seguí corriendo, sudando y con el cabello totalmente despeinado (la máquina de afeitar funcionaba, al menos futbolísticamente, ya que corrí más que el Loco vargas, más rápido que Kaká), ella me sonrió y con el dedo índice moviendo de derecha a izquierda me hacía ‘no, mal chico’; y no se me ocurrió nada más estúpido, ya que estaba exhausto, de abrazarla y pedirle perdón… ¡vaya galán!
Post Scriptum:
* Esta canción, que me la enseñó mi líder de célula, Roxana, se me ha quedado en la cabeza hasta el punto de escucharla cada vez que tengo problemas o estoy a punto de hacer algo malo, está inspirada en el pasaje bíblico: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo…” (Proverbios 23: 4)
* El día domingo estábamos en medio del primer partido oficial después de mucho tiempo, empatábamos uno a uno, era el segundo tiempo extra, todos agotados, y mandan un centro hacia mi arco; un delantero de mi talla pero el triple de pesado corre hacia mi portería, corro para alcanzar la pelota antes que él, la adrenalina del idiota que corre con dirección a la luz al final del túnel (que generalmente es la luz del tren) invade mi ser. En ese momento la memoria de Roxana, mi líder de célula cantando la cancioncita de arriba viene a mi mente: “Aunque yo esté en el valle de la muerte y dolor, Tu amor me quita todo temor, Y si llego a estar En el centro de la tempestad, No dudare porque tú estas a aquí. Y no temeré del mal, Pues mi Dios conmigo está, Y si Dios conmigo está, ¿De quién temeré, de quién temeré?”… Me elevo con las manos hacia el cielo y cojo el balón, contento porque hace tiempo que no lograba atrapar la pelota (recordemos que estaba en período de decadencia), recordando que los mejores arqueros se muestran en los minutos finales, cantando en mi mente: “No, no, no me soltarás, en lo alto, en lo bajo…”; y el gordo no logra frenarse debido a la carrera y la desesperación de los minutos finales y me arrolla literalmente, y me veo, en el aire, siendo impulsado hacia atrás, pensando que si sigo en esa dirección la pelota entrará conmigo y el gordo al arco, y pensando que eso no puede ocurrir, y, al mismo tiempo, que si suelto el balón para defender mi cuerpo arriesgaré el juego… (¡Diablos, cómo duele!) ¿Usted recuerda esa imagen en donde Benji, ante una situación similar, es arrojado con todo y balón hasta el poste del arco? Pues yo fui lanzado similarmente pero con gordo encima, lo bueno es que no hubo gol. Inmediatamente después Jon se disfrazó de medio campista y aportó el gol de la victoria para nuestro equipo y, se nos abrió el cielo, y hasta anotamos otro más antes de que acabara el partido: victoria de tres por uno, por lo cual: ¡no estamos viejos ni acabados, señores! Mamis, encierren a sus hijas, porque hay chico rompecorazones para rato, y ni bien termine de recuperarme de este atentado contra mi integridad física volveré a las canchas.