- Anónimo; lo escuché en el 2006, pero no recuerdo dónde ni cuándo*
1. Empecé predicar a todo aquel que se topara conmigo mi experiencia alexandrina a guisa de un Bryce adolescente, llegándome a convertir de esa manera en El Hombre que hablaba de Alexandra Violetta de San Marcos (sí, con doble “t”). Luego, con el pasar del tiempo, tristemente me daría cuenta que, a pesar de contar la misma historia con distinto estilo: con sentido del humor, con cólera, con tristeza, el final seguía siendo el mismo.
2. Empecé a escuchar canciones como Mi Historia entre tus dedos (Gianluca Grignani) y Para no olvidar (Andrés Calamaro); luego, para mi mal, eso se degeneró en temas como: La copa Rota (siempre versión Calamaro, por favor) y Frente a una copa de vino (Luis Aguilar); esta última canción con gran repercusión familiar puesto que gracias a un seguimiento histórico, luego de llorar mucho, logré descubrir que mi papá también lloraba con esa canción cuando era joven.
3. Asalté la canasta navideña mientras todos estaban fuera y así me di mi gran borrachera para toda la vida[1]: tres partes de ginebra Gordon, una parte de vodka, media de Kina Lillet, que no es vermut, agitado hasta estar frío y luego servido con una cáscara de limón larga y fina; todo esto con This is the last time (Keane) como fondo musical… ¡La cerveza apesta!
4. En estado de ebriedad empecé a escribirle una carta de feliz cumpleaños a Ale, Otra vez querida Alexandra; carta con la que, posteriormente, gané el Premio a la Epístola romántica más estúpidamente bonita escrita antes por adolescente alguno.
5. Dediqué un día entero a descargar todas las canciones alexandrinas para escucharlas eternamente desde mi baticomputadora. Además y todavía copié todas las fotos de su Hi5 para terminar imprimiendo nuestra primera foto juntos, colocarla en una mica y llevarla siempre en el bolsillo de mi camisa.
6. Empecé a comer y comer para darle una demostración fisiológica de mi profunda depresión; no resultó puesto que soy de contextura ultra delgada; jamás engordaré.
7. Mandé al demonio mis estudios, me compré una casaca de cuero y mi plan era convertirme en el chico malo de la universidad; tampoco resultó porque todos en mi facultad se encariñaron conmigo, además, a pesar de no estudiar sacaba buenas notas, y los chicos malos no sacan buenas notas, así que era yo un fracasado en todos los aspectos.
8. Me pedí prestado por curiosidad el DVD de esta nueva versión de James Bond, Casino Royal, y terminé llorando como un bobo y gritando a todo pulmón: “¿Por qué, Alexandra, traicionaste a Bond, James Bond?”; todo esto para que mi hermano me dijera que no, “Vesper traicionó a James Bond, Ale te traicionó a ti”.
9. Proyecté toda mi frustración en los partidos de fútbol dominicales y busqué mil y un pleitos, hasta tal punto de terminar sangrando y de arquero suplente por indisciplinado.
10. Aproveché esa ternura que desprendía para buscarle reemplazo a Alexandra en muchas chicas; fue mi más grande fracaso, ninguna sabía igual.
11. Un día desperté recordando que Alexandra se había dado un piquito con una amiga en común llamada Artemisa, así que me pareció ver resuelto el problema del numeral 10. Cacé a Artemisa convertido yo en un vampiro de amor, antes que otro galán terminara por estropear el rastro de los labios de Alexandra. Tuve una especie de “relación” con Artemisa, pero al fracasar nuevamente, ella me envió derechito a seguir escuchando a Andrés Calamaro. Me deprimí aún más.
Luego de eso caí en cuenta que me había degenerado demasiado desde que Ale me dejó, me dije a mí mismo que ella jamás querría volver a saber de mí si seguía en ese estado así que opté por el cambio, por mi redención, así que…
1. Fui a los juegos mecánicos para sentir la adrenalina al tope y empezar a gritar con todas mis fuerzas desde las alturas, el vértigo, y la profunda caída… Fue una buena terapia.
2. Regresé a mi iglesia como cual hijo pródigo, sin embargo, a pesar de mi mentalidad positiva, eso me deprimió aún más: absolutamente nadie me reconoció ahí. No podía creer que había cambiado tanto a tal punto de ser irreconocible.
3. Ello me condujo a comprarme dos discos de Mar de Copas: lo mejor, y uno exclusivo de Las trece baladas; además de desempolvar mi casette de Gianmarco[2].
4. Busqué trabajo en el periódico y así inicié con la compra – venta de mermeladas de fresa a nivel mayorista: invité a Alexandra a salir con mi primer sueldo… Otro fracaso más, así que me compré un Play Station 2 para poder ser –ahora virtualmente- un Leon Scott Kennedy por siempre enamorado de su Ada en Resident Evil 4… “¿Quién es esa mujer, Leon?” (refiriéndose a Ada), “Es una parte de mí de la que no puedo deshacerme”… ¡Ada!, y Alexandra llamándome Pinocho y yo respondiéndole “Siempre tuyo, mi Hada Azul”.
5. Me matriculé en un curso de inglés ya que Ale siempre me hablaba en inglés, y qué bonito se le ve… Ella, I love you so much, Guishe; y yo, falling love, I love you plus seven, darling…
6. Decidí ponerme a estudiar en serio… Lo gracioso es que estudiando no obtenía tan buenas calificaciones como en mis días de chico malo… En la biblioteca me la pasaba dibujando ojitos alexandrinos en todas las páginas múltiplos de siete de mis libros jurídicos.
7. Le colgaba el teléfono cada vez que me timbraba para luego terminar timbrándole yo desde “número oculto”.
8. Ya que su príncipe Disney favorito era Eric de The little Mermaid, le dije a mi hermano que me enseñara a tocar la flauta, así que me aprendí la cancioncilla Disney… Terminé atrayendo roedores a mi casa… No es broma, es cierto.
9. Convencido de que por más que tragara jamás engordaría, empecé a hacer ejercicios con todas las canciones alexandrinas como temas de entrenamiento. JA JA JA Como motivación extra pegué fotos del infeliz que estaba con ella en cada coquito de mi balón de fútbol, así perfeccioné mis tiros de larga distancia.
10. Y, finalmente, después de darme cuenta de la inexistencia de algún futuro (como dice ella), dándome cuenta que no tengo nada de príncipe Eric, que tengo más de Aladdin, de rata callejera, y sabiendo que debo dejar de pretender ser quien no soy, le construí su Gran Museo Alexandrino con reliquias como el sombrero de Indiana Jones[3], el ticket de entrada para Los Simpsons The Movie, la rosa anaranjada, las hojas del Murciélago Mentiroso, la piedra del pingüino, entre otros tesoros propios de mi fetichismo amoroso, todo con un gran respeto hacia el pasado. Para no olvidar, Calamaro, para no olvidar; ¡salud con ese vino que el olvido ha destruido!
11. El once como Post Scriptum: el 14 de febrero del 2009, tres años después, la volví a ver: uno de esos inmortales encuentros por San Valentín de medio tiempo… Quizá fue lo último que hice al caer la noche: crear este blog alexandrino titulado Prisioneros de Nocturnidad, en honor a ese Bryce adolescente, en honor a aquellas visitas que Alexandra me hacía en aquellos atardeceres de verano. Esta es mi prisión, Alexandra –le dije aquel catorce-, que sólo me libera al morir el sol para poder verte por siempre entre tinieblas, porque los sueños vienen de noche, amor mío, sólo de noche. Creé este blog para poder seguir hablando de Alexandra Violetta de San Marcos.
[1] Hay que mencionar que el autor nunca antes se había emborrachado en su vida. Ya luego de esa ocasión lo han encontrado bebiendo acompañado por su amigo Juancito la Navaja Benites.
[2] El pobre autor, al estar ebrio, canta evocando a Gianmarco: “¿Dónde estarás? Te estoy esperando en el BAR, yo te estoy guardando un lugar y no te veo llegar”… Algunos pérfidos dicen que es porque más piensa en el alcohol que en ella, sin embargo cierta doctrina nacional autorizada sustenta que es por el temor que nuestro escritor le tiene al MAR.
[3] El vagabundo escritor cogió su sombrero como nombre de alias para escribir semanalmente en su blog, a manera de homenaje. El estudiante sanmarquino, Guillermo López, siempre se mofa de éste llamándolo “Hincha, mentiroso y fantoche”, ya que afirma que sólo hace esas “pavadas” para reconquistar a la chica en mención. Se sabe de una disputa entre éstos dos escritores aficionados ya que Guillermo López afirma que Ale lo ama a él y no a Indiana Jones (entiéndase: el autor del blog)
8 comentarios:
aich... parece q si te afecto bastante... demasiado como para confundir a vesper con alexandra =S
pero mijo para eso esta el timepo
y sabes?? no escuches canciones cortavenas xq no ayuda mucho^^
ahora ya no nesesitas saber que pregunta hice XD!
estas empezando a preocuparme oe monce o.O!
Me gusto tu forma de escribir volveré más a menudo por aquí
Gracias por visitar mi blog, y buena la frase de apertura xD
simplemente sigue adelante!!!
oye como es eso de ojos pinki ¿? O.o¡
Clasico lo de las canciones! A mi me hacen llorar pero ahi sigo escuchandolas, aunque me hagan daño, a veces creo que soy masoquista...
Y pasa el tiempo y uno se da cuenta que efectivamente que estupideces se hacen en nombre del amor...
Un saludo y besos...
eso de no poder salvar a todo el mundo, lo dije yo oe pirata de ideas xD!
nada las canciones cortavenas. o "me recuerdan a.." no funcionan...
BTW, yo hcei avrias de esas cosas alguna vez.. =S..
me gustó este post..
Estimada Karina, eso de no poder salvar a todo el mundo lo vi en un capítulo de Small Ville, en todo caso se puede decir (basándonos en La Torre de Babel, de Jorge Luis Borges... es él, no? - siempre lo confundo-) que la afirmación que niega la capacidad salvadora mundial es muy común.
Con cariño,
El autor.
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